miércoles, 15 de enero de 2014

Capítulo 5.


*

La chica subía la mirada poco a poco. Parecía tener miedo de lo que fuese a pasar.

Sin embargo, la dulzura permanecía corriendo a toda velocidad y sin frenos por mis venas. La mirada de esa chica me ganaba.

Pero, ¿Qué diablos hacía pensando en algo como eso?

-Me acabas de empapar. – Me quejé.
-Ha sido sin querer. – Contestó.
-¿Qué haces aquí?
-Podría decir lo mismo.

¿Podría decir lo mismo? ¿Acaso ella me estaba dando de clases de matemáticas o estaba haciendo el ridículo diariamente en algo que no tendría por qué incumbirle?

-Al final no me hiciste caso y saliste.
-¿Desde cuándo eres tú el que me da órdenes de qué tengo que hacer? – Me preguntó.

Sus grandes ojos se deslizaron de nuevo a mi mirada, arrastrando sus grandes y maquilladas pestañas tras ellos. Sonreí inevitablemente. Su dulzura había ganado la batalla.

Ganaba a Niall Horan. ¿Qué tipo de brujería tenían sus ojos?

-¡______! – Exclamó un chico. - ¡Vamos!
-Ya voy. – Contestó ella.

Me quedé algo desconcertado. Anne me había dicho que su hermana no salía con nadie. ¿Y ese chico entonces quién era?

-Mejor voy a pedir a alguien una camiseta de recambio… - Dije.
-Bien.
-Hasta luego.

Empecé a esquivar a gente y, de nuevo, avisté a Tom y Jordan. ¡Por fin!

Los chicos me miraron con el ceño fruncido al darse cuenta de que tenía la camiseta empapada de refresco. Encogí mis hombros y continué mi camino.

-¡Niall, Niall! – Exclamaron detrás de mí.

Me giré. De nuevo era ______. Parecía estar sofocada y cansada de esquivar gente para decirme o hacerme saber algo.

-Disculpa por… mancharte. – Dijo.

Su gesto tan inocente hizo que no pudiese evitar endulzarme de nuevo. ¡Y me daba rabia!

-No te preocupes, se secará antes de que me vaya. – Dije, como un idiota.

La sonreí y antes de seguir humillándome más, di media vuelta y continué mi camino, terminando donde estaban mis dos amigos.

-Vámonos fuera. – Les sugerí.

Los chicos asintieron con la cabeza y todos emprendimos camino.

-¿Qué te ha pasado? – Me preguntó Jordan.
-Me han tirado un refresco. – Dije.
-¿Quién? ¿La chica con la que hablabas? – Preguntó Tom, rodeándome el cuello con su brazo. – Dime, ¿Quién era?

Le miré y, aun que la música estaba alta, escuché lo que me dijo a la perfección.

-¿Acaso te gusta? ¿Quieres que hablemos con ella? – Preguntó de nuevo.
-¿Estás loco, Tom? – Protesté, soltando su brazo de mi cuello.

Salimos al porche en el que había unas escaleras que llevaban a un pequeño pasillo, el cual conducía al exterior de la calle.

Atravesamos la pequeña carretera y llegamos al coche donde estaban todos los demás.

-Aparte de que tengo novia, esa es una niñata. – Dije.
-¿Quién es una niñata? – Preguntó Zayn.
-Una chica de ahí adentro. – Contestó Tom. – Estaba demasiado cerca de Niall cuando le encontramos por fin.
-¿Qué te ha pasado? – Preguntó Zayn cuando se fijó en mi camiseta.
-Un accidente con una bebida. – Informé.

Me apoyé en el capó y empecé a jugar con mis pulgares. ¿Qué hacía ella aquí? ¿No me podía haber encontrado a alguien que no fuese _____? ¿O no podría haberme tirado el refresco otra persona?

Su mirada me martirizaba. Quizás fuese porque me recordaba totalmente a la mirada de Anne, y no tuviese más explicación. Sin embargo, lo único que sabía a ciencia cierta era que escalofríos se apoderaban de mí cuando miraba sus ojos.

-Oye, Niall. – Exclamó Tom. -¿No era esa la chica con la que hablabas dentro de la casa?

Subí la mirada y encontré a la chica bajando las escaleras del chalet. Fruncí el ceño y asentí.

-¿Esa no es la hermana de tu novia? – Preguntó Zayn.
-Lo es. – Dije.
-¡¿Es la hermana de tu novia?! – Exclamó Tom viniendo hacia mí.
-Sí, tío. ¿Algún problema? – Contesté.
-¿La niñata? – Volvió a preguntar Tom.
-Sí, la niñata. – Contesté.
-Vamos a reírnos un rato. Jordan, baja la música. – Sugirió Zayn. - ¿Cómo se llama?

Miré a Zayn y él me asintió con la cabeza para transmitirme confianza.

-______. – Contesté.
-¡_________! – Exclamó el chico.

Ella no se giró y continuó su camino, incluso apresuró el paso. ¿Habría hecho bien en decirle su nombre?

Vi como Zayn insistía, y al fin ______ se giró. No parecía muy contenta, quizás se habría enfadado con alguna amiga suya.

La discusión entre ambos continuaba.

-¿Eres gilipollas? – Exclamó la chica.

Su grito se pudo escuchar desde donde me encontraba.

Alguien se encargó de bajar del todo el volumen del coche.

-¿Qué pasa? – Preguntaron.

Fruncí el ceño y observé como Zayn escupió a _____. Mi gesto no daba abasto para comprobar que lo que estaba viendo era cierto.

El chico se dio la vuelta y emprendió camino hacia nosotros, con una radiante sonrisa. Mi gesto era de total sorpresa. ¿Cómo diablos había hecho eso?

_______ fue detrás de él.

-Si eres tan machito, ¿qué haces escupiendo a tías? – Dijo la chica.

Todos nos sorprendimos, yo sobre todo. Mientras los demás daban baza a la pelea, yo pensaba en como intervenir. Tenía que hacer algo.

-¿Qué quieres? ¿Más pelea? A dentro tengo tías que no se andan con rodeos y te dejan la cara plana. - Advirtió Zayn.

Mientras yo seguía pensando en qué hacer, observé como ______ susurró algo a Zayn que yo no logré escuchar.

-Llamad a las chicas. A ver qué tal se las apaña. – Ordenó Zayn.

Este era el momento.

-Eh. – Dije, alejándome del capó y acercándome a ellos dos. –No te pases, tío.

Mis amigos se quedaron sorprendidos mientras mis pasos cada vez eran más rápidos. Zayn me miraba desconcertado.

_____ se retiró de mi lado para dejar que me pusiese delante del chico.

-Te has pasado, Zayn. – Dije.
-¿Qué después de llamarle niñata la defiendes? – Exclamó Zayn, fingiendo estar ofendido.
-No hace falta que me defienda nadie. Se hacerlo yo solita. – Contestó ______.
-Cállate, _____ . – Le ordené. – Y tú, Zayn. Vete a meterte con chicas más de tu edad, porque eso de meterte con gente más pequeña que tú, y encima chicas, algo patético sí que es.

Estaba defendiendo a una chica de mis amigos. Pero no a una chica cualquiera; Estaba defendiendo a la hermana de mi novia, etiquetada como mi cuñada.

-Tío, ¿qué haces defendiendo a la niñata esa? Enserio, aléjate de ella. – Dijo Zayn.

_____ se encontraba en mi espalda, resguardada de él. De mi amigo. No sabía si estaba haciendo lo correcto, pero sabía que mi instinto me había gritado dejándose la voz que _____ necesitaba mi ayuda, y me imaginé por un momento sus ojos expresivos y brillantes tapados con sus preciosas y cuidadas manos por el miedo, y no pude evitar sobreponerla ante mi amigo.

Y, mucho menos, me podía permitir el lujo de perder a Anne por algo así.

-Deja de decir a todo el mundo lo que debe de hacer y preocúpate de ti primero. – Contesté.

Zayn me miró con gesto desconcertado. Lo que había hecho no era lo correcto.

Cogí del brazo a la chica y empecé a tirar de ella para continuar caminando. ______ se dejaba llevar sin ningún tipo de queja.

Me imaginé a Zayn con el ceño fruncido y con rabia en sus venas, pero era lo que menos me importaba ahora mismo. Lo único que quería era alejar a ______ lo máximo posible de él, y alejarme a mí mismo de problemas en los que ______ me podría envolver.

-Prefiero que olvides todo lo de esta noche. – Decidí decir, para aclarar las dudas.
-¿Olvidar? – Preguntó ella.
-Seguro que te quedaste con mala imagen de mi e irás a contárselo a tu madre.
-¿Estás loco? – La chica rió y mostró una expresión que no conocía. Era igual de guapa que Anne.  – No pienso decirle nada.
-No me perdonaría perder a una chica como tú hermana por culpa de mis amigos. – Confesé.

La chica pareció cambiar el gesto completamente. Su sonrisa desapareció en cuestión de milésimas, y parecía recapacitar sobre algo.

-Tranquilo. – Me dijo. – No haré nada que te pueda hacer daño. Y mucho menos que pueda poner en peligro tu relación con mi hermana. – Añadió.

Tranquilidad me recorrió por todo el cuerpo.

-Gracias… - Decidí decir.

Ella me sonrió. No sabíamos que decir mientras que en mi cabeza solo existía la palabra “culpable”

-¿Me vas a acompañar a casa? – Me preguntó mientras andábamos.

Una ingenua pregunta, para alguien con sus ojos.

-No creo que sea buena idea que una chica como tú ande sola a estas horas. – Contesté.- Y, por cierto. Perdón por llamarte esta mañana niñata… Creo que aún no te conozco lo suficiente como para juzgarte. A parte, me acabas de demostrar delante de Zayn que no lo eres.

La chica se quedó unos segundos sonriente, mientras quizás procesaba que el estúpido chico que le había intentado dejar mal delante de sus amigos, ahora se había autoconvertido.

-Debo de reconocer que pensé de todo sobre ti cuando me dijiste eso de niñata. – Confesó. – Pero también debo de decirte que esta noche me has demostrado que detrás de ese chico insoportable y prepotente que parecías ser, se esconde alguien majo.

Sonreí a su comentario, pero no quise mirarla. No quise tener ningún pensamiento sobre sus ojos, y sabía que si los míos y los de ellas se encontraban, pensaría algo fuera de lugar.

Aproveché la primera excusa que obtuve en un entorno como en el que estábamos; Pero si algo me caracterizaba, era mi manera de improvisar.

-Debo de decirte algo yo también. – Dije.

La chica frunció el ceño intentando adivinar lo que querría decirle.

-Ya hemos llegado a tu casa.
-Ah. Sí, claro.

La sonreí y ella pareció también hacerlo.

-No sé si Anne habrá llegado ya… - Me informó.
-Tranquila, no quiero molestarla. Mañana te veo.

Intenté no mirarla a los ojos, y me abalancé rápidamente sobre sus mejillas para darla dos rápidos besos.

-Claro. – Dijo, después de mi despedida.

La miré por última vez mientras cogía aire. Me giré intimidado por sus profundos ojos marrones, grandes, enormes. ¡Oh, Dios mío! Tenía los ojos más preciosos que había visto en mi vida.

Me di media vuelta y emprendí camino hacia algún sitio, mientras sacudí mi cabeza y quité esa loca idea de mi cabeza. ¡Era la hermana de mi novia! No podía tener ningún tipo de pensamientos parecidos. Con nadie. Y con ella menos.


¡¿Qué diablos me pasaba con sus ojos?! ¡¿Qué diablos me pasaba con esa cría?!


sábado, 11 de enero de 2014

Capítulo 4.

Le había mandado hacer un ejercicio. Sí, debía hacerlo. Era mi deber. Enseñarla.

Sin embargo, seguía estando intimidado.

La chica escribía, intentando seguir los pasos que yo seguí segundos antes.  

Quería mirar el folio, pero no pude evitar mirarla a ella. ¿Quizás me desconcentraba por el gran parecido que tenían ella y Anne? ¿O quizás porque de verdad estaría delirando?

La chica seguía intentando averiguar la solución a esa operación, pero no la encontraba.

Algo me sobresaltó. Una vibración encima del escritorio hizo desconcentrarme de todo. Y de mi análisis continuo a la hermana de mi novia.

_____ me miró intentando decirme que cogería el teléfono, pero yo retiré mi mirada, empezando a jugar con el botón de mi bolígrafo e intentando evitar lo perdido que me encontraba.

-¿Sí? – Contestó el teléfono.

Escuché una voz que salía del móvil. No escuchaba bien lo que quería decir, pues no tenía el suficiente volumen para entender de qué se trataba.

-No tengo muchas ganas de fiesta, la verdad… - Añadió _____.

¡Mierda! La fiesta. Me había olvidado por completo que Zayn y los demás me dijeron que tenía que ir. Esa era una de las típicas fiestas que montaban las niñas pijas después de terminar los estudios, y como costumbre nuestra, no podíamos faltar.

La chica no contestó más a la aparente charla que le había dado la otra persona del teléfono. _____ se quedó desconcertada. Sin embargo, me di cuenta que mas desconcertado me encontraba yo. Estaba dando clases a una niñata que lo único que le interesaba era irse de fiesta.

-¿Ya? – Pregunté.
-Eh… sí. Lo siento. – Se disculpó.
-Pues ya es hora de irme. – Dije, intentado no sonar muy alegre. Incluso soné seco y borde. Choqué los cinco en mi imaginación. – Será mejor que estudies y te dejes de tanta fiesta, sino, estaremos los dos haciendo el tonto.

Me levanté del asiento y recogí todo tan rápido como pude. Lo metí en la bandolera mientras que ella se giró y me miraba, parecía enfadada.

-¿Cómo? – Preguntó, perdida.
-Adiós.

Colgué mi bandolera en el hombro y empecé a atravesar toda la habitación hasta llegar a la puerta. Cogí el pomo, pero me interrumpieron antes de girar.

-¿Puedes repetir eso último que me has dicho? – Me preguntó _____.
-¿Perdón?  - Repliqué.
- Si fuese tú yo me andaría con más cuidado. – La chica se levantó de la silla y se acercó a mí. - A mí me influye nada y menos que un rubito de metro setenta y muchos esté dándome clases de matemáticas por algo que debe de ganarse él. Estoy segura de que a mí me vendría mejor otro profesor que tuviese algo de idea de lo que hace y no fuese tan pasota como tú. Si te piensas que me voy a callar a tus malos humores, mejor lárgate, pero no vuelvas. Estoy segura de que mi madre estará encantada, al igual que yo.

Me eché a reír en mi interior. ¿Cómo narices una niñata tan impertinente como ella había logrado distraerme como lo hizo mientras miraba sus manos y sus ojos? ¡Maldita estúpida!

-Si estoy aquí es por tu hermana, no porque tenga mayor interés en que una cría como tú apruebe una puta asignatura. – Contesté.
-Ni yo tengo interés en que un creído como tú me dé clases de matemáticas. – Musitó, enfadada.

La miré por última vez y chisté, no sin no haberle soltado un impertinente comentario: “Menuda niñata”.

Giré el pomo y abrí la puerta en el momento que alguien iba a entrar. Bajé la mirada y di con ella. Di con Anne.

¡Oh, Dios mío! Mi única salvación en los metros cuadrados de esta casa por fin estaba conmigo.

-¡Hola chicos! – Exclamó Anne entusiasmada.
-Hola. – Contesté.

Comencé a andar hacia las escaleras, dejando a Anne en la puerta de la habitación, mirando a ______ que seguramente permanecería enfadada.

No tardó ni dos segundos en venir detrás de mí.

Comencé a bajar las escaleras, pero ella me cogió del brazo y me frenó.

-Niall, espera. – Me pidió.

Me paré por completo y la miré a los ojos.

-¿Qué? – Contesté.
-¿Qué diablos ha pasado? – Preguntó.
-Nada. – Dije.
-Vamos, Niall.
-Mira Anne, lo siento. No sirvo para esto. No. Abandono.
-¡¿Estás loco?! Me has prometido la última oportunidad.
-No soporto a tu hermana. Es una niñata impertinente, insoportable…
-¡Eh! – Me interrumpió. – Relájate. No será para tanto.
-Lo es, Anne. Mientras estábamos dando clases ella ha cogido el teléfono y ha empezado a planear la fiesta de esta noche con una amiga. ¿Crees que yo puedo soportar eso? ¿A cambio de qué?
-¿Has discutido con ella? – Me pregunta la chica.

Miro hacia el suelo y me arrepiento.

-Sí… - Murmuro.
-¡Joder, Niall! ¿Estás loco? Como le cuente algo a mi madre, despídete de mí. De poder verme. De todo.
-Anne, no entiendo por qué diablos tengo que hacer esto. ¡Preferiría irme al ejército!
-Por mí, Niall. No tengo una familia fácil y tienes que entenderlo. Ya te he pedido mi última oportunidad. Tienes que cogerla o dejarla. Pero sabes las consecuencias que conlleva todo esto.

Anne miró al suelo y buscó otra excusa para convencerme.

-Mi hermana no es nada de eso. Creo que tú eres demasiado frío con ella, distante. Intenta ser algo más amable, quizás así todo sea más ameno para los dos.

Suspiré. Miré a los ojos de la chica y sentí un pinchazo en el estómago. Por fin había encontrado a alguien que me gustaba, y no estaba dispuesto a perderla. Solo sería un tiempo. Sólo serían unos días y la tendría para siempre.

-Está bien. – Dije. – Última oportunidad, Anne.
-Bien. – Asintió con la cabeza.
***
Llegamos a la casa de la pija seleccionada este año. Sus padres se habían ido de fin de semana y había montado una gran fiesta, a la cual nosotros no podíamos faltar.

Aparcamos el coche enfrente de la casa y todos salimos. Zayn abrió las puertas del coche y puso la música tan alta como pudo.

Yo me apoyé en el capó del coche. Pasaba una gran cantidad de gente. Esa casa tenía que ser una mansión en el interior, y yo no estaba dispuesto a perdérmelo.

-Hey. – Dije. - ¿Entramos?
-¿Ahora? – Preguntó Zayn.

Arqueé una ceja y asentí. Zayn miró a su alrededor y ninguno de ellos parecía querer entrar conmigo.

-Entraremos luego, Niall. – Dijo Zayn.
-Bien. Yo entraré ahora.

Zayn resopló y miró para otro lado.

-¿Alguno viene? – Pregunté de nuevo.
-Yo. – Dijo Tom.
-Yo también. – Dijo Jordan.

Los tres emprendimos camino hacia la entrada. Atravesamos el pequeño jardín que tenía decorado. Lo examiné lo justo, mientras subía las escaleras que daban a la entrada de la casa.

No había nadie evitando que pasase más gente, simplemente entrabas y podías disfrutar de la apetecible fiesta pija.

Había demasiada gente y la música estaba alta. Intentaba que Tom y Jordan no se separasen de mí mientras que echaba un vistazo a la fiesta, pero era inevitable no perderles.

Lo único que se veía desde la distancia eran los malabarismos que hacía el camarero de la barra, intentando seducir a seguramente alguna chica que estaría por allí.

-Hola, guapo.

Una rubia de ojos azules se interpuso en mi camino.

-Me llamo Emma. – Me informó.

Arqueé una ceja y miré a mí alrededor. Había perdido la pista de Jordan y Tom por completo.  

-Genial. – Dije.
-¿Te apetece bailar? Han convertido una habitación en discoteca. – Me propuso.
-No, gracias. – Contesté.
-¿De verdad no quieres venir conmigo? – Preguntó. – Eres muy guapo…

Su dedo índice se apoyó en mi pecho, y empezó a bajar por mi torso.

Rápidamente atrapé su muñeca y la retiré bruscamente de mí.

-Preciosa, tengo novia. – Dije, con una falsa sonrisa.

La chica frunció el ceño.

-Si no querías nada conmigo solo tenías que decírmelo. – Musitó. – Asqueroso.

La música estaba alta, pero escuché todo lo que dijo la chica a la perfección. Sólo esperé a que se diese la vuelta para poner mis ojos en blanco y lamentarme.

Necesitaba algo que me refrescase. Una copa, por ejemplo.

Me abrí paso entre la gente y, cada vez, veía más cerca el bar.

Parecía una lucha completa hasta llegar a un lado de la barra, la cual, encima, no tenía apenas un centímetro para pedir algo de beber.

Vi como un chico moreno de ojos verdes hablaba con otra chica, la cual estaba rodeando su vaso con las manos. ¡Se iban! Fui lo más rápido posible detrás de la chica y me preparé para entrar en su sitio.

Me puse demasiado cerca de ella, porque su bebida aterrizó en mi torso, empapando toda mi camiseta. ¡Joder! ¡Mierda! ¡Maldita sea!

-Oh, perdón, disculpa.

Bajé mi mirada para ver de quién se trataba. Sin embargo, sus ojos marrones y expresivos, su cara de preocupación y sus perfectas manos rodeando el vaso con el que me había esparcido todo encima, me endulzaron.


-¡Tú! – Exclamé. 


Capítulo 3.

Subíamos por las escaleras de su casa. Yo iba detrás de ella cargado con mis libros y demás cosas que Anne me había dicho que servirían.

Mientras, en mi mente, sólo podría repetirse una continua pregunta: ¿Cómo se enseñaban matemáticas a alguien que ni siquiera conocías?

Aún no había pasado el tiempo suficiente como para que me diese tiempo a procesar todo esto que estaba pasando. Aún no sabía si se trataba de una broma todo esto.

Entramos a la habitación de ______. Era grande y luminosa, pero tampoco quise describirla mucho más con mis ojos, pues quería terminar con esto lo antes posible.

-Toma asiento. – Me ofreció _____ sacando un banquete del armario. Lo puso al lado de la silla de estudio. – Coge la silla que quieras.

Giré mi labio y pensé en algo: ¿Quería estar cómodo o ser educado? Iba a estar aquí un buen rato. No creo que la importase que me sentase en la silla de estudio, pues yo era el profesor.

Di dos pequeños pasos, y aterricé mi cuerpo en la cómoda silla. La chica se quedó algo desconcertada. Apostaba a que pensó que me sentaría en el banquete.

No me conocía aún lo suficiente como para saber que, con desconocidos no tenía ningún tipo de “compasión”

Puse la bandolera sobre el escritorio y saqué el libro que el día anterior me dijo Anne que usase con ______. ¿De verdad esto le serviría? Resoplé en mi interior y lo extendí hasta su altura. También saqué dos calculadoras que dejé aparcadas en un rincón del escritorio.

Ninguna conversación presente entre nosotros dos, solo se escuchaba las manecillas del reloj de noche que tenía en la mesilla de noche, cerca de nosotros. Ella estaba algo tímida, y lo prefería. No quería ser participante de una conversación con una chica que para mí, era algo insignificante.

-Toma. – Le dije prestándole el libro. – Dime que no entiendes.

La chica comenzó a ojear el libro. Yo la miraba de reojo. Su rostro no era del todo agradable, y entendí que esto me costaría muchísimo más de lo que me había imaginado. – Cosa en la que no había puesto demasiada confianza. –

-Creo que debes explicarme todo. – Dijo, tras un pequeño sonidito.
-¡¿Todo?! – Exclamé.
-Sí…

Mis dientes se apretaron e intenté conservar la paciencia que prometí tener. ¿De veras tenía que explicarle todo? ¿Qué tipo de encerrona era esto? ¿Anne y _____ estarían compinchadas? De veras, quería salir de esta situación lo antes posible, y despedirme de toda esta tontería de críos en la que me había involucrado.

Cogí el libro e intenté conservar el comportamiento de persona madura y paciente que Anne me había asegurado que tenía. Pasaba las hojas del libro, intentando empezar por algo simple y sencillo. El problema era: ¿El qué?

Al fin avisté un problema de aritmética que podría valer. ¡Maldita sea! Mis planes de verano no era pasarlos todos en una habitación, con una cría patosa y algo inmadura.

La rabia me abrasaba las venas. “Sé paciente, Niall” me repetía en mis adentros.

-¿Entiendes esto? – Pregunté.
-Supongo que si me lo explicas, lo entenderé rápido. – Dijo, con la voz entrecortada.

¿Explicarle esto también? ¡Dios mío! Me quería tirar por la ventana. Yo no servía para esto. Necesitaba una dosis de convicción.

-Toma la calculadora. Intenta hacer lo que sepas y apúntalo en el folio. Yo mientras haré una llamada. – Dije.

Le tendí la calculadora y la dejé sobre el folio que tenía delante de ella. Atravesé su habitación y tomé el pomo de la puerta hasta salir al pasillo de la planta de arriba, donde solo estaban las puertas de las habitaciones.

Saqué el teléfono de mi bolsillo y busqué desesperado el número de Anne.

Lo puse en mi oído y esperé un par de pitidos. Al tercero, la melodiosa voz de mi novia, se escuchó en el aparato.

-¡Hola, cielo! – Exclamó.

Al fondo se escuchaban gaviotas, y las olas del mar, cosa que me facilitó saber que estaría cerca de la playa.

-Anne… - Musité.
-¿Estás bien? ¿Te pasa algo? – Preguntó, preocupada.
-No entiendo por qué tengo que hacer esto.  No me adapto. – Dije.
-Oh, vamos cielo. Date una oportunidad. Seguro que a la tercera clase lo haces genial.
-No, no. esto es imposible, Anne. Tu hermana no entiende nada. ¿Cómo quieres que le explique todo eso? Ni si quiera soy profesor de matemáticas… No entiendo porque tu madre tiene que aceptar una relación si ya eres mayor de edad. Además, tu hermana y yo no nos podemos llevar bien. Es una cría.
-Niall, por favor. Este es el último recurso. Además, mi hermana es simpática. Te caerá bien. Sólo es un poco más pequeña. Ten paciencia.
-Anne…
-Última oportunidad. – Me interrumpió. – Si de aquí a unos días no te adaptas, te prometo que pensaré en otra cosa.  
-¿Prometido? – Le pregunté.
-Te lo prometo.
-Está bien. Luego hablamos. Te quiero.
-¡Ese es mi chico! – Exclamó Anne. – Y, ahora, vuelve con ella. Luego te veo. ¡Te quiero!

Resoplé y me calmé. Hablar con Anne lo había hecho, pero necesitaba concentrarme en que esta era la última oportunidad.

Abrí la puerta del cuarto y observé a _______. Tenía una mano puesta en su cabeza mientras daba golpecitos con el bolígrafo en ella.

Me senté y miré el folio. Mi sorpresa llegó cuando vi lo que había hecho: Nada.

¡No había hecho nada! De nuevo la rabia corría por mis venas. ¡Quería salir de aquí!

-No has hecho nada… - Dije, con tono rencoroso.
-Si no me explicas nada no pretendas que lo sepa. – Me contestó. – Te recuerdo que estás aquí para enseñarme y no para irte a hablar por teléfono. Si tan profesor eres, vamos. Enséñame.

Mi cara se descomponía mientras la chica iba pronunciando las sílabas. Sus palabras cada vez se elevaban más de tono y yo me intimidaba. ¿Y ese carácter tan estúpido a qué se debía?

-Encima soportar esto… - Susurré, sin querer.
-¿Perdona? – Replicó.

Mierda, me había escuchado.

-Nada. – Contesté.
-Bien, explícame. – Me ordenó.

¿Quién se suponía que mandaba aquí? ¿Ella o yo? Tomé aire y decidí sacar mi poca paciencia acumulada.

-Primero deberías saber lo que es el álgebra.
-Es la rama de la matemática que estudia la cantidad considerada del modo más general posible. Puede definirse como la generalización y extensión de la aritmética. – Musitó, sin mirar al libro.

La miré a los ojos y, por un momento, me estremecí. Eran expresivos y profundos. Un color marrón oscuro los detallaba. Sus pestañas eran largas y…

Agité disimuladamente mi cabeza. Me había tranquilizado. ¿Cómo lo había conseguido?

-Bien… -Balbuceé, disimulando mi paranoia. – Haz esta operación.

Arrastré su folio hasta mi altura. Me incliné sobre el papel y escribí una operación algebraica. Después, se lo extendí y ella atrapó el folio con sus manos.

Sus manos… 

Estaban algo morenas gracias al cálido sol del verano. Perfectamente cuidadas e hidratadas. Sus uñas eran rosas, y contrastaban perfectamente con su piel.

Agité mi cabeza de nuevo. Estaba quedándome embobado. ¿Sería el aburrimiento? Hacía tiempo que no hacía esto.

Era inevitable no poderla mirar las manos, las cuales me estremecían, así que, debía buscar una solución.

-Te sabes la teoría pero no la práctica. - Musité.  – Mira.

Suspiré en mi interior, y de nuevo recuperé el folio. Ahora solo miraba a la hoja, y me concentré en terminar la operación.

Álgebra. Se me daba tan bien cuando estudiaba…

-Es así. – Dije. - ¿Lo has entendido?
-Sí… - Titubeó. – Algo mejor.

Suspiré. Primer objetivo conseguido, pero no con éxito. ¿Por qué diablos me desconcerté tanto cuando miré sus ojos? ¿Y por qué me perdí cuando observé sus manos?

Era una cría antipática, patosa, borde e inmadura. No tenía nada que envidiar a Anne. Pero, ¿Por qué diablos la comparaba con mi novia?


Estaba delirando. Quizás el aburrimiento, quizás… No lo sé.