lunes, 28 de octubre de 2013

Capítulo 1.


*

-¿Lo estás diciendo enserio? – Le pregunté.

Ella se dejaba agarrar la muñeca con mi mano. Sus ojos rasgados y oscuros junto a su pelo moreno con la raya en medio. Esa sonrisa que le subían los pómulos. Sus carcajadas eran droga para mis oídos.

-¡Claro! – Exclamó entre carcajadas contagiosas.

Sonreí tímidamente y miré al suelo, aflojando la presión que tenía apoyada en su muñeca tan fina.

-¿No crees que…?
-No. – Me interrumpió.

Se soltó ágilmente de mi muñeca y, acto seguido, entrelazó sus dedos con los míos. Yo no discutí y dejé que lo hiciese.

-No creo nada. – Añadió, pegando su torso con el mío y mirándome desde abajo, con, como no, su sonrisa perfecta. – Sé que es el momento, Niall. Quiero que conozcas a mis padres y a mis hermanos. Y sé que lo mejor es que ninguno se lo espere.

Negué con la cabeza asumiendo la locura que Anne me proponía. ¡¿Conocer a su familia?! Resoplé y la chica no apartaba la sonrisa de su rostro.

-¿Quieres? – Preguntó.
-Eres tú la que debe querer.
-Y quiero, cielo. – Musitó, a dos escasos centímetros de mi boca.
-Entonces… No hay más que hablar.

La chica sonrió y me dio un rápido y suave beso en los labios.

-Genial. – Exclamó.

Segundos después, se alejó de mí, sin soltarse de mi mano, y me miró.

-A la hora de comer. Sé puntual.
-Lo seré. – Contesté sonriendo.
-¿Sabes dónde es? – Preguntó.
-Sí, me lo apuntaste antes, ¿Recuerdas?
-Ah, sí. – Dijo agitando su cabeza. – Soy una despistada.

La chica soltó mi mano dedicándome, ahora más amplia, una sonrisa.

-¡Luego te veo! – Me exclamó sacudiendo la mano y empezando a andar.

Sonreí. Anne era increíble. Quizás fuese su pelo, su sonrisa, su labia, su personalidad e ironía cuando menos lo esperaba. Su alegría y su vitalidad. Quién sabe. Sólo sabía que estaba enamorado de ella, y que nada podía hacerme cambiar de opinión.

Miré hasta que desapareció por la calle. Sí, siempre tan contenta y sonriente… Era diferente a todas las demás. A sus veintidós años parecía tener una vitalidad de dieciséis y estar viviendo un amor adolescente.

Y, ahora, solo tocaba esperar un par de horas hasta que fuese la hora de la comida y poder buscar  la casa donde Anne me indicó que sería esa comida familiar donde conocería a su familia.

Sin embargo, y si algo me imponía sobre todas las cosas, era su madre. Anne siempre me la describió una madre fría y estricta, la cual hacía lo que fuese para que la vida de sus hijos estuviese firme y bien encaminada.

Estaba nervioso, nunca había conocido a los padres de mis anteriores novias. Ninguna había confiado tanto en mí como para dar ese gran paso.

Aspiré y me monté en el coche para ir a mi apartamento.

~

Di un par de vueltas por la acera de enfrente de la casa. Un nudo en el estómago y un pulso acelerado me impedían tranquilizarme. Era una casa grande y preciosa.

Tragué saliva y apreté mis puños haciendo que las venas de mis brazos se marcasen. ¿Sudaría? Hacía demasiado calor ahí afuera. Comenzaba el verano y, con él, miles de experiencias que yo no sabía ni que podían llegar a existir.

Tomé aire una última vez y comencé a andar hacia la primera puerta exterior. La toqué y vi que, casualmente, estaba abierta.

La empujé y sonreí. Al parecer no era el momento de entrar aún.

Pisé el camino que conducía hasta las escaleras de un pequeño porche. A mi derecha había un columpio amplio donde podrían tener un rato libre. A mi izquierda, césped perfectamente verde y cuidado.

Continué andando, nervioso, y subí las escaleras del porche sin intentar perder el equilibrio y poder continuar teniendo algo de dignidad.

Ya estaba ahí, observando el botón del timbre. ¿Lo pulsaba ya o necesitaba echar a correr? No, no podía hacerle eso a Anne.

Caminé de un lado para otro dos veces y, tras auto convencerme, pulsé el botón del timbre.

Tragué saliva y sentí como mi garganta ardía, y mi frente quemaba por el calor y quizás por los nervios.

Esperé alrededor de dos minutos, pero, segundos después, escuché unos pasos apresurados hacia la puerta.

Sólo bastó un segundo para que una jovencita, quizás tres o cuatro años más pequeña que yo, abriese la puerta y se quedase mirándome.

No era la situación que tenía pensada, ni siquiera tenía pensado que quien me abriese la puerta no fuese Anne.

Resoplé en mi interior y vi como esa chica me revisaba de arriba abajo. Pero, ¿Qué diablos?

Tras mirar a la chica fijamente y no encontrar ninguna respuesta por minutos, llegué a la conclusión de que quizás me había confundido.  

-Creo que me he equivocado… - Dije, mientras que la chica me miró sorprendida.
-¿Quién eres? -  Preguntó.
-Niall, Niall Horan. – Dije. La chica entreabrió la boca y yo fruncí el ceño sin entender su reacción.  – Anne me debió de dar la dirección mal, lo siento.

Me di media vuelta y comencé a bajar las escaleras. ¡Maldita Anne! Me había engañado. Ya me imaginaba su reacción cuando la llamase para decirle que su broma no había sido del todo agradable. Su sonrisa y su carcajada profunda a través del teléfono…

No podía enfadarme con ella. Solo de pensar lo dulce e increíble que era, me endulzaba.

-¡Espera! – Escuché detrás de mí.  –Anne vive aquí. Anne es mi hermana.

Me di la vuelta y la miré, casi limpiándose el sudor y con los nervios a flor de piel. Fruncí el ceño de nuevo y, por dentro, resoplé al saber que no había sido una broma de Anne, y que simplemente me había precipitado.

-Bien. –  Dije metiéndome las manos en los bolsillos traseros para que ella me dejase entrar.
-Oh, perdón. Adelante.

La miré, sin sonreírla. No tenía gracia alguna. Estaba demasiado nervioso como para andarme con jueguecitos.

Pasé delante de la chica y noté como aspiró mi olor. Giré mi labio sin que ella me viese y me paré para que ella me indicase el camino. Sin embargo, no vi ningún amago de que lo fuese a hacer.

-¿Nos vamos a quedar aquí? – Pregunté de nuevo, al ver que no tenía reacción.
-Disculpa… Ven.

Arqueé las cejas y dejé que se pusiese delante de mí para seguirla. Lo único que se me vino a la mente mientras observaba la bonita y concordada decoración es que esa chica solo tenía el físico parecido a Anne.

La chica se situó delante de la puerta del que posiblemente fuese el comedor y la abrió.

-¡Eso es lo que os tenía que contar! – Exclamó Anne al verme.

Acto seguido se levantó de la silla y abrió los brazos en busca de un abrazo mío. Me miró con una mueca de complicidad. Yo sonreía como un idiota.

Todos los de la sala me miraban extrañados, incluso la hermana de Anne. Sin embargo, en quien más me fijé desde el principio, fue en el gesto de frialdad y distancia que mantenía la mujer en la mesa. El gesto del padre, sin embargo, era totalmente opuesto. De tranquilidad y de no importarle mucho toda la situación.

La sonrisa de Anne estaba en su cara. Era tan preciosa. Y, ella, seguía entre mis brazos, sin importarle la reacción de sus familiares.

-¡Niall es mi novio! – Exclamó la chica.

La miré sorprendido. La madre me mataría, y la mataría.

-¿Tu qué? – Reclamó la madre.

Ahora el padre cambió su gesto, y me miró con también algunas ganas de cogerme el pescuezo y arrancármelo. En la mesa también había un chico, que posiblemente fuese el hermano mayor del que tanto me había hablado. Liam, creía que se llamaba. Todas las caras de todos ellos eran de sorpresa. Yo quería que se agrietase la tierra y, por un segundo, me tragase.

Quizás estuviese rojo, colorado. No lo sé. Mi piel blanca no duraría mucho tiempo intacta en esta situación.

-Mi novio. – Recalcó Anne entusiasmada.

Sonreí por dentro y felicitándome de que sí, yo era su novio, y ella era mía.

Sin embargo, la sonrisa interior se retiró de un soplo cuando la madre se levantó de la mesa.

-Jovencita, ¿Podemos hablar un momento?

La chica no se negó y se dejó agarrar por el brazo con la mano de su madre. Mi gesto se enfrió y no sabía qué hacer cuando escuché que Anne había abandonado la sala.  Nada bueno podría cocinarse ahí afuera.

-Oh, toma asiento. – Dijo el padre de Anne.

Sonreí e hice caso. Sería lo mejor intentar disimular mi nerviosismo y calmar mis ganas de desaparecer de esa situación en ese justo momento. Me encaminé hacia una silla y tomé asiento.

Nadie hablaba. Yo observaba el diseño del salón mientras miraba como los dos hombres de la mesa devoraban la sopa que tenía tan buena pinta.

Debajo de la mesa, mis dedos pulgares estaban dando vueltas sobre sí mismos, y jugando un poco para calmar el ambiente interior que había construido yo solo. O bueno, quizás también alimentado por la situación tan incómoda que me estaba tocando vivir, y todo por complacer a Anne.

Mis ojos viajaron hasta los de su hermana, que me miraba concentrada. ¿Por qué me miraba de esa manera? ¿Tendría algo en la cara? ¿Estaría ya rojo? Los ojos de la chica rodaron tan rápidamente como yo paré los míos en los suyos. Qué chica tan rara…

La puerta del comedor nuevamente se abrió y entraron Anne acompañada de su madre. El gesto de la chica no era del todo amable, y no sabía qué pasaría ahora.

Quizás lo mejor que podría pasar sería que me fuese…

-Creo que yo me voy a ir yendo. – Dije.

Mi voz retumbó demasiado entre esas paredes, y todos me miraron de una forma algo inquietante. Me mordí el labio interiormente y pensé que no había sido del todo buena idea que me presentase aquí tan de sorpresa.

-Bien. – Dijo la madre de Anne.

Mi gesto fue de sorpresa. La madre fue algo impertinente con ese comentario. Me levanté de la silla, rodeando la mesa. A esa señora no le había caído nada bien, o eso me daba a pensar.

Miré a Anne y ella me miró con el gesto entristecido, girando el labio y arrepentida de su decisión.

-Lo siento... – Me vocalizó por lo bajo.

Giré el labio en forma de media sonrisa y ella pareció tranquilizarse. Quería que todos desapareciesen y pudiese abrazarla para sacarle esa sonrisa que tanto me gustaba, pero me tenía que ir. Era lo mejor.

-_____, acompáñale a la puerta. – Ordenó de nuevo la mujer.

_____. Así se llamaba la hermana de Anne. Tenía un bonito nombre, no podía negar eso.

La chica saltó automáticamente de la silla y se puso a mi lado, abriendo la puerta del comedor con sus manos y dejándome pasar.

Ambos emprendimos camino por el pasillo y había un silencio incómodo. Esa chica tenía un comportamiento y unos gestos extraños.

-Lo siento... – Se disculpó cuando llegamos a la puerta.

Fruncí el ceño y la miré perdido. ¿Por qué se disculpaba ella? No tenía la culpa. Encogí mis hombros.

-No es nada. – Dije.

Abandoné la casa elegantemente y crucé el camino de piedras, dirigiéndome andando hasta donde vivía.

El ir a su casa no había salido tal y como lo habíamos planeado. ¿Qué pasaría ahora con nosotros?

Miles de sensaciones recorrían mi cuerpo. ¿Y si Anne lo pasaba mal si estaba conmigo?

Decidí no involucrarme y maltratarme interiormente más y, lo que me quedaba para llegar a casa, decidí pensar en otras cosas.

~

Estaba tumbado en el sofá aún poco amoldado a mi cuerpo de la casa. Hacía tan poco tiempo que me había venido a vivir a este apartamento, que aún los muebles olían a madera nueva.

Bebía de mi botellín mientras miraba la televisión con el mando en la mano y sin decidirme con total certeza por algo que ver.

Segundos después, vi como en la mesa de al lado del sofá, mi móvil comenzó a vibrar y a desplazarse por ella.

Me incorporé y dejé rápidamente el botellín, cogiendo el móvil y percatándome de que Anne era la que llamaba.

Los nervios se apoderaron de mí. ¿Qué habría pasado y por qué habría tardado más de tres horas en llamarme?

No me demoré más y contesté el teléfono.

-Cielo. – Musité.
-Hola, Niall. – Murmuró ella, con la voz apagada.
-Perdóname… Quizás no haya sido del todo…
-No. – Me interrumpió ella, como de costumbre. – No es tu culpa.
-Bueno, quizás…
-No, Niall. Mi madre es muy estricta y aún cree que tiene poder sobre mí. Tengo veinte años y sé lo que hago, o lo que puedo hacer. – Me dijo, casi regañándome. 

Me quedé callado sin saber qué decirla. Tenía razón.

-Bueno, no puedo decirte otra cosa que no sea lo siento… - Dije.
-Yo sí. – Exclamó ella.

No sé por qué, me imaginé a Anne tumbada en su cama, mirando al techo y, por un momento, sonriendo.

-¿Tú sí? – Reclamé.
-He llegado a un acuerdo con mi madre. – Dijo.

Fruncí el ceño y vi una pequeña luz al final del túnel estrecho y oscuro.

-¿Cuál? – Pregunté curioso.
-Mi hermana necesita un profesor de matemáticas. – Informó. – Sólo necesitamos que confíe en ti, Niall. Solo necesitamos que le demuestres que puedes hacer algo para que le influencie a ella o algo que le importa positivamente.
-¿Qué quieres decir, Anne? – Pregunté, sin entender nada.
-Sólo hazte pasar por profesor de matemáticas.
-¡¿Qué?! – Exclamé. -¿Estás loca? ¿Cómo voy a hacer eso?
-Me has dicho muchas veces que se te dan bien.
-Pero no sé dar clases, Anne. Yo no sé hacer eso.
-Vamos, Niall. Confío en ti. Es de la única manera que podré hacer que mi madre confíe en ti y en mí.

Pero, ¿Por qué diablos me pedía esto? Era algo absurdo. No tenía que convencer de esta manera a nadie para que pudiese aceptar una mujer mis relaciones.

Me llevé la mano a la cara y me masajeé sin saber qué contestarla.

-Anne… Eso es una locura.
-Me buscaré un trabajo para cuando estés dando clases con ______. – Dijo, entusiasmada.
-Oh, Dios mío…
-Venga, acepta, por favor.
-Pero…
-Por favor, por favor.
-Está bien.

¿Había aceptado? ¿Enserio había aceptado hacerme pasar por profesor de matemáticas de una cría/hermana de mi novia/cuñada, para que la madre de mi novia/suegra, pudiese confiar en mí y aprobar nuestra relación?


Era algo surrealista, pero que haría si fuese por Anne. 

PD. ¡Aquí vuelve Nobody Compares! Esta historia me resultó increíble hacerla y leer todos vuestros comentarios y reacciones. Me encanta empezar una segunda temporada y ojalá salga genial, como la primera. Espero que os guste la idea y espero que salga bien. Espero que os guste y espero de verdad que la viváis tanto como la viviré yo volviéndola a escribir, y que de verdad vuelva la magia del rubito en Nobody Compares. ¡OS QUIERO NERRYS!